martes, octubre 24, 2006

Solidaridad y lucha de clases

Solidaridad y lucha de clases
Fábricas bajo control obrero
Por: Ana Sofía Quintana (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:23/10/2006)
Información Adicional
Tema: Autogestión social y nuevas formas de lucha
País/es: Argentina
Neuquén es una de las provincias argentinas donde la resistencia alcanza esferas superlativas. No sólo ha sido, junto con Salta, escenario de las primeras manifestaciones piqueteras del país, sino que también ha ejercido una tenaz resistencia ante el proceso privatizador de la década menemista.

La reforma educativa que ha desmantelado la educación en numerosos puntos del país no ha podido instrumentarse en la provincia neuquina, y desde el año 2001 viene articulando una de las luchas obreras más significativas de la historia argentina: los trabajadores de la fábrica de cerámicas Zanón tomaron la planta y dieron forma a un proyecto horizontal y autogestivo, demostrando que no es necesaria la presencia de los patrones.

La fábrica se encuentra en el Parque industrial de Neuquén Capital, situado en las afueras de la ciudad, sobre la ruta siete que se dirige a Centenario. Abrió durante el gobierno de la última dictadura militar, mientras José Martínez de Hoz era el ministro de Economía. La planta llegó a ser un gigante nacional de la industria del revestimiento cerámico, con una capacidad productiva de un millón de metros cuadrados mensuales. Sus dueños también fueron propietarios del famoso parque de diversiones 'Ital Park', ubicado en plena Capital Federal, que debió cerrar sus instalaciones a causa de la muerte de una niña en uno de sus juegos.

Durante la década de 1990, la fábrica se desarrolló bajo el modelo neoliberal implantado por el gobierno menemista. La empresa desreguló las condiciones laborales de los obreros, se endeudó y recibió subsidios del Estado.

El conflicto surgió a partir del año 2000, luego de varias muertes por inseguridad, rebajas de sueldos y despidos de obreros. Durante la recesión que atravesó el país en el año 2001, la planta redujo notablemente su productividad, se atrasó en el pago de sueldos y los trabajadores comenzaron una huelga que duró 34 días. Los salarios fueron abonados y los obreros retornaron a la fábrica. Pero al poco tiempo la situación no sólo se repitió sino que se profundizó. Además de suspender nuevamente el pago de sueldos, Zanón retiró el servicio de transporte, el servicio medico y de enfermería, y el servicio de refrigerio.

Los empleados lograron recuperar el sindicato de ceramistas de Neuquén, antes ocupado por burócratas pro-empresariales, y tomaron las instalaciones de la planta, haciéndose cargo de la producción y estableciendo guardias obreras. La familia Zanón no toleró esta iniciativa y decidió apagar los hornos, con el argumento de que era peligroso que los obreros se manejaran sin supervisión.

Los abogados de los trabajadores, miembros del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), presentaron un recurso de amparo que argumentaba que la empresa había hecho un lock out ofensivo, es decir que acusaban a los propietarios de haber cerrado la planta como una medida de presión hacia los obreros.

Los empleados reanudaron nuevamente la producción, pero la familia Zanón ordenó el desaolojo y logró que les cortaran el gas. Los hornos volvieron a apagarse y la huelga continuó con la fábrica tomada.

En octubre de 2001 el Juzgado ordenó el embargo del 40 % del stock de la fábrica para pagar los sueldos atrasados, pero los dueños de la cerámica ignoraron la medida y se negaron a reabrir las instalaciones. En el mes de noviembre, la Cámara de Apelaciones ratificó el lock-out patronal a favor de los obreros, y más tarde lo hicieron el Tribunal Superior de Justicia y la Corte Suprema Nacional. De este modo quedó sin efecto la primera orden de desalojo.

El 28 de noviembre de 2001, los dueños de Zanón desconocieron todos los reclamos: decidieron cerrar las puertas de la fábrica y despidieron a los 380 empleados, sin pagar las mensualidades atrasadas ni las indemnizaciones correspondientes. A los dos días, los trabajadores marcharon a la Casa de Gobierno, donde quemaron los telegramas de despido y denunciaron que el proceso respondía a una maniobra de vaciamiento. Comenzaron a exigir la estatización de la fábrica bajo control de los trabajadores.

En esa movilización fueron reprimidos brutalmente y 20 manifestantes fueron encarcelados.

Los obreros decidieron acampar en las afueras de la planta y sostener la lucha para conservar sus puestos de trabajo. El campamento duró cuatro meses.

Lentamente comenzaron a llegar voces de apoyo desde distintos rincones de la ciudad. La sociedad neuquina se solidarizó con la lucha y aportó al fondo de huelga para que los obreros continuaran resistiendo. La solidaridad fue llegando desde otros puntos del país y la causa tomó dimensión nacional.

Los obreros mantuvieron una importante relación con los movimientos piqueteros, las asambleas barriales, la CTA y el MTD de Neuquén, y se vincularon estrechamente con las trabajadoras de Brukman, con quienes compartieron una estrategia común. Como táctica de lucha cortaron rutas y puentes, y se sucedieron numerosos enfrentamientos con la policía, en los cuales fueron golpeados, reprimidos y encarcelados. Pero los obreros se hicieron fuertes y continuaron con sus exigencias.

El Tribunal Superior de Justicia ordenó a la empresa reabrir la fábrica con la totalidad de sus empleados. En enero de 2002 Zanón propuso un plan de reapertura pero con apenas 62 obreros y una producción que no superaba el 10 % del potencial de la planta.

Los ceramistas rechazaron el proyecto y bajo la influencia del estallido popular ocurrido el 19 y 20 de diciembre de 2001, la organización de asambleas y la ocupación de fábricas, en febrero de 2002 decidieron reactivar la planta ellos mismos bajo control obrero, sin dueños, ni jefes, ni directivos. Acordaron que todos cobrarían un salario de 800 pesos y formaron las comisiones de trabajo, integradas por los sectores de Ventas, Administración, Seguridad, Compras, Producción, Planificación, Seguridad e Higiene y Prensa y Difusión.

En marzo la fábrica reabrió sus puertas bajo control obrero, y a la semana siguiente la banda de rock Bersuit Vergarabat arribó a la ciudad para apoyar la lucha. Ofreció un recital en el predio de la fábrica que convocó a unas 4000 personas.

Los mapuches también se solidarizaron con los reclamos y ofrecieron canteras de arcilla para facilitar la producción.

A partir de entonces, los trabajadores decidieron todo en asamblea y la fábrica comenzó a recuperar su capacidad de producción. También crearon nuevos puestos de trabajo y entablaron un profundo vínculo con la comunidad. Construyeron una sala de primeros auxilios en el barrio de Nueva España, y realizaron donaciones de cerámicos a distintos hospitales neuquinos y a los daminificados por las inundaciones ocurridas en la ciudad de Santa Fe.

También participaron en innumerables movilizaciones, festivales artísticos (cine, recitales, muestras de fotografías, etc.), encuentros de fábricas recuperadas, acciones en avenidas, rutas y puentes, en coordinación con las distintas organizaciones de trabajadores ocupados y desocupados.

Durante el primer año los obreros resistieron cuatro intentos de desalojo; sumaron médicos, psicólogos sociales y otros profesionales al personal de planta; editaron su propio periódico, y algunos de ellos viajaron a Italia, Francia, Inglaterra, Brasil y Venezuela, financiados por organizaciones solidarias.

Es inmenso el aporte de Zanón a la historia de la lucha obrera, no sólo a la de Argentina sino también a la de todo el continente. Es también un valioso aporte a la construcción de una conciencia obrera y unas relaciones de trabajo diferentes.

Cuando escuchamos a uno de los obreros de Zanón decir: En un país rico y una provincia con recursos, los trabajadores y el pueblo sufrimos la desocupación, la miseria, los bajos salarios, la falta de vivienda, de salud y educación. Somos los obreros los que producimos las riquezas. Por eso es que tenemos que confiar en nuestras propias fuerzas.

Es innegable que algo puede cambiar.

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