Ahora y por ti, ya es muy tarde
Tu cuna fue un conventillo,
Alumbrado a querosén…
Una niña de 10 años murió hoy en medio de un infierno de fuego que arrasó todo a su paso.
Sucedió en Argentina, en la calle Necochea, del populoso barrio de La Boca.
El fuego la atrapó durmiendo, esta noche de frío terrible, junto a su madre y a sus 6 hermanitos que pudieron huir de las llamas.
Delia no pudo, quedó atrapada para siempre y su cuerpecito calcinado impide su reconocimiento, hicieron falta 5 dotaciones de bomberos para extinguir el siniestro evitando que las lenguas ardientes se llevaran más gente, pero no fue fácil, ya que alguna de las auto bombas quedaron sin agua, por lo cual debieron esperar refuerzos mientras las bocanadas hirvientes crecían como monstruos ávidos de carne y cartón.
Uno de los barrios más antiguos de Buenos Aires, La Boca, fue conformado por inmigrantes italianos, en el siglo XIX, muchos de ellos expulsados de su tierra por cuestiones políticas y sociales.
A fines de 1860 y principios del 1900, implementada la “Ley Avellaneda”, se produjo el aumento de 177.800 habitantes a casi 960.000. La dirigencia política porteña, encontró la manera más simple para albergar a tanta gente llegada de Europa Central y comenzó a remodelar viejas casonas semi derruidas, que pasaron a conocerse como “conventillos”.
Se formaron cuartos con una superficie por persona de 1,6 metros; un patio común, sólo un piletón donde lavarían la humilde ropa y los restos de magra comida de los platos, todos los habitantes del espacio.
Carecían de instalación de agua potable, la que era llevada por carros aguateros, tampoco tenían red cloacal, la vida de las personas se desarrollaba en un hacinamiento total.
Por la precariedad de las condiciones con que contaban, eran lugares expuestos a focos de distintas enfermedades, como la fiebre amarilla, el cólera, infecciones de distintos tipos, parásitos. En la mayoría de los “conventillos” la cocina era compartida por todos los moradores, originándose grandes pleitos ante la necesidad desesperante, así como para el uso de las letrinas y los piletones.
El agua para la higiene de la comida, procedía de los “pozos ciegos”, siendo éste un foco infecto contagioso de gran peligro.
La época de verano era muy desagradable por el olor nauseabundo producido por las aguas sucias, que aumentaban las invasiones de moscas y mosquitos, a la vez transmisores de graves enfermedades; mientras que en el invierno la calefacción era un calentador o un ladrillo con resistencia que al levantar temperatura permitía cierta calidez, así como provocaba terrible peligro de incendios, como el que sucedió hoy.
No obstante la deplorable forma de vida de los habitantes, no faltó quienes se llenaran de dinero con el alquiler de los cuartuchos. Los inmigrantes continuaban llegando en búsqueda de trabajo y quien no pagara el precio estipulado, además de denominarse moroso, era desalojado y sus pertenencias ubicadas en la calle.
No importaba que hubiera niños, ni ancianos, el cuartucho tenía un valor y su pago, condición sine qua non…
Sin embargo, el “conventillo” pasó a ser un lugar pintoresco, grandes obras teatrales y muchos tangos dieron origen a inspiraciones románticas. Entre las primeras se destacó el Conventillo de la Paloma, sainete de Alberto Vacarezza, inspirado en la realidad de uno, ubicado en San Telmo.
Porque los conventillos se fueron extendiendo, tanto era el flujo migratorio que La Boca no pudo absorber.
Luego fueron llegando al lugar, españoles, provincianos argentinos y una fuerte cultura negra, también, tuvo su asiento allí.
Si bien se desconoce el número de “conventillos”, en la actualidad, el censo de 2001 contabilizó casi 21 mil cuartos y vale agregar que cada cuarto es una vivienda, en la que habitan, muchas veces, familias de hasta 10 personas.
También quedó registrado de acuerdo al Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, que 31.587 personas moran en cuartos o casas irrecuperables, mientras que 12.000 lo hacen en situación de casi precariedad, es decir, en espacios que podrían mejorarse aunque no exista la voluntad política de hacerlo.
En estos momentos ya no son los inmigrantes italianos quienes habitan esos lugares, el hambre, la exclusión, el abandono a que fueron sometidos las últimas décadas los hermanos paraguayos, peruanos, bolivianos y argentinos provenientes de las provincias del interior, dieron otro matiz a los tradicionales conventillos.
La Boca, barrio de tango, arrabal amargo, que hoy llora la muerte de una pequeña, se convirtió en un lugar turístico por excelencia. Los colores fuertes de las paredes de los conventillos, en los que se mezclan el verde, con el rojo, el azul, el amarillo, dan un toque pintoresco y particular a la populosa barriada, son un atractivo real, donde los tours turísticos invitan a participar de una velada de tango, contrastando con la miseria que se dibuja perversa demostrando la desidia y el abandono en el que habita tanta gente.
Una de las “maravillas” que atraen al turista, es la famosa Cancha de Boca Júnior, cuyo presidente es el hoy electo Jefe de la ciudad, Mauricio Macri, empresario, cultor de la “mano dura”, que designó elevadísima cifra de dinero para la remodelación del estadio en el que caben 60 mil personas.
Los colores azul y amarillo, que distinguen al club que contiene a la mitad más uno del país, en cuanto a hinchada futbolera, contrastan con el hacinamiento del entorno, aunque las calles que circundan la “bombonera” –como se la llama- estén repletas de niños pidiendo una moneda para el pan diario.
O para la droga, que comienza matando el hambre y luego la vida, porque eso también existe y en aumento, aunque no tantas veces la mencionen los dirigentes políticos, como tampoco implementen medidas para terminar con el flagelo que tan beneficioso fue y es para muchos intereses asesinos.
Macri, hijo de otro gran empresario con quien comparte el denominado Grupo Macri, tienen una deuda con el país de 660 millones de dólares, y Mauricio tuvo responsabilidad directa en el vaciamiento de la empresa SOCMA, cuando era su vicepresidente…
Por otra parte, recordamos, fue procesado por “contrabando agravado”, cuando con una empresa automotriz –SEVEL- exportaban piezas de autos a Uruguay, para luego importar los vehículos terminados.
Pero con el correr del dinero, cuando es tanto, fue sobreseído, esas son las posibilidades con que cuentan los adinerados y da lugar a la frase “borrón y cuenta nueva”…
Donde no habrá lugar para ese dicho popular, es en el alma de la mamá de Delia, la niñita calcinada en el conventillo que queda a escasas cuadras de la cancha de Boca Júnior, quien jamás podrá olvidar el horror vivido que hará de ella una muerta en vida, cuando recuerde la risa fresca de su niña.
Pudo evitarse esa muerte, como pueden evitarse muchas más que vendrán, sin dudas, porque no existe, en el país austral, la mínima voluntad de distribución de la riqueza que ponga fin a la marginación, el hambre, el abandono, a que están siendo sometidos los argentinos.
Delia es hoy un símbolo más del daño que causa el olvido, la desidia, la falta de sentimientos de quienes mediante prebendas y abultadas cifras de dinero acceden a espacios de poder que sólo utilizarán para saciar sus bajos instintos.
Delia ya no está, pero su recuerdo debe movilizar a los argentinos, sacudir hasta la bronca, aunque la sociedad deba pedir perdón por tanta muerte absurda y por tanto voto mal vertido.
Descansa en paz, pequeña, detente desde tu estrella a mirar a los culpables de tu muerte, aunque no la asuman nunca.
Y aunque los ojos estén llenos de lágrimas, y el corazón anudado, de qué vale llorar, cuando ahora y por ti, ya es muy tarde…
Ingrid Storgen.
Julio 2007
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