miércoles, junio 06, 2007

El Yunque

Alfonso Zárate
06 de junio de 2007

Le dieron agua de su propio chocolate. Manuel Espino —habilidoso para el pleito y la operación subterránea— cometió graves errores políticos: jugó vencidas con el Presidente de la República y convirtió una diferencia política en una disputa personal. Así le fue. En el corazón del Bajío, con toda su carga cristera y sinarquista, una ancha franja de panistas expresó mucho más que la censura al jefe de los “cruzados”: la reprobación a El Yunque y a la extrema derecha.

La forma ríspida e irreverente de muchos asambleístas mostró el hartazgo del panismo tradicional respecto de una cofradía que en los últimos lustros penetró al partido y se hizo de la jefatura nacional. Las camisetas que portaban algunos con la leyenda “Yunque no, PAN sí”, y los abucheos y las cartulinas con el “No” que desplegaron mientras Espino hacía uso de la palabra, mostraron la contundencia del vuelco.

Anomalía en este tiempo mexicano, El Yunque empezó a operar desde hace más de medio siglo en Puebla y, con sigilo, fue penetrando al PAN; ya con Fox se metió hasta la recámara de la casa presidencial. Desde la Oficina Presidencial para la Innovación Gubernamental, Ramón Muñoz Gutiérrez (Julio Vertiz dentro de El Yunque), asociado a Marta Sahagún, hizo de las suyas: utilizó el poder para ubicar a miembros de la cofradía en importantes posiciones políticas; influyó en la designación de secretarios de Estado, como Francisco Xavier Salazar, en la STPS, y de otros funcionarios que ocupan posiciones clave, aunque menos visibles, en distintas dependencias federales, en el Congreso de la Unión y congresos locales, en gobiernos municipales y de los estados, y en el propio partido.

El viernes pasado, en Primero Noticias, Carlos Loret de Mola presentó un testimonio esclarecedor: la ceremonia de iniciación de un nuevo miembro de El Yunque realizada apenas el 17 de abril. Su carácter secreto, clandestino, sus raíces cristeras y su visión conspirativa del mundo se perfilan en el rito que marca el acto de ingreso a una cofradía que se propone “instaurar el reino de Cristo en la tierra”. Por ahora, el nuevo Consejo Nacional del PAN, dominado por calderonistas, será clave en: 1) decidir el futuro de Espino; 2) la postulación de candidatos para las elecciones federales de 2009; y 3) la urgente revisión a fondo del partido. Sin embargo, la ultraderecha dista de estar derrotada.

Estos cruzados fundamentalistas son capaces de hacer fechorías, incluso de recurrir a la violencia, para instaurar la Ciudad de Dios. Las frases de Calderón no dejan dudas sobre el deslinde; dijo que su partido no puede permanecer “aletargado e inmóvil” y llamó a dejar de lado preocupaciones de grupo e, incluso, de facción. Habló de la corresponsabilidad política entre partido y gobierno. Por de pronto, César Nava, su secretario particular, encabezó las preferencias de los más de 9 mil delegados presentes, y se perfila, junto con Germán Martínez, como uno de los candidatos de Los Pinos a la dirigencia nacional del partido. A partir del fin de semana anterior, Manuel Espino y sus verdaderos jefes deberán decidir si la cofradía persiste en su pleito con el Presidente de la República o si se agazapa.

Si se enfrentan a Calderón serán contenidos, incluso a Espino se le podría revocar el mandato de la jefatura nacional del PAN (al concluir el primer día de la Asamblea, Rodolfo Elizondo, uno de los panistas de viejo cuño, deslizó estas palabras: “Un presidente al que le va así en una Asamblea Nacional no puede seguir al frente del partido”) y no sería impensable que se emprendiera una “limpia” de yunquistas en la Administración Pública Federal.

Si, por el contrario, bajan su perfil y apoyan al gobierno de Calderón, podrán coexistir; su naturaleza sectaria les permitirá atrincherarse en sus posiciones, recomponerse y esperar mejores tiempos para recuperar al partido. Pero el ascenso de la ultraderecha es un tema que rebasa al PAN. Hoy miembros del gabinete, gobernadores, dirigentes políticos y legisladores militan o simpatizan con El Yunque y su poder constituye un riesgo para una democracia sin cimientos como la mexicana. Director de Grupo Consultor Interdisciplinario, S.C.



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