martes, octubre 24, 2006

México, cuidado con la segunda vuelta

Por: Julio Pomar (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:24/10/2006)

Con el conflicto de Oaxaca como preocupante telón de fondo, palidece cualquier tema de análisis político nacional. No obstante esa crisis, que es la del sistema político mexicano, la agenda del país tiene abierta una amplísima agenda de asuntos. Pero si hay quienes dan por finiquitado el proceso electoral del 2 de julio, aunque en medio de la repulsa de la mitad de los electores según encuestas recientes, ese proceso dejó como saldo negativo la pérdida de credibilidad y prestigio del IFE y del TRIFE, que evidentemente se fueron por la vía de la indecencia política.

A esta reacción generalizada de repudio a la forma en que el IFE truqueó las cosas, no son ajenos los consejeros mismos de este instituto. Ellos saben perfectamente bien que actuaron contra la ley y la objetividad. Por eso, la timidez, ni siquiera la prudencia, preside sus declaraciones y las del presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde. Este sólo tiene una actitud monocorde, la de afirmar una y otra y otra vez que la elección fue limpia y el TRIFE actuó excelentemente bien, cuando la opinión de los juristas más distinguidos del país repudia tajantemente esta definición, violatoria del Artículo 41 constitucional.

Ugalde (quien es más conocido hace meses como “Ufraude”), además de insistir en la impolutez electoral del 2006, dijo hace tres días en Mérida, también tímidamente, que en México se deberá analizar la segunda vuelta para las elecciones presidenciales. En este espacio dijimos alguna vez que quizá fuera conveniente esa segunda vuelta para alcanzar la objetividad deseada. Pero a la vuelta de los meses, ya no parece tan sencilla ni conveniente. Diego Valadez, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, dijo certeramente a un grupo de periodistas con él reunidos antes del 2 de julio, que una segunda vuelta llevaría a una deformación del voto general, que a su vez resultaría en una falta de objetividad y de legitimidad. Si en este 2006 se hubiera ido a una segunda vuelta, el resultado obtenido habría sido ficticio, falso desde el ángulo de la verdadera objetividad electoral. Por lo mismo, no llevaría a la legitimidad. De seguro las cúpulas priístas se hubieran ido por el lado de apoyar a Calderón, nunca a López Obrador. Ellas están derechizadas hasta más no poder, como lo muestran los actuales cuchupos del coordinador “precioso” Emilio Gamboa, junto con el yunquista Héctor Larios, coordinador panista, para impedir el paso de la bancada perredista a posiciones de mando camaral a las que tiene pleno derecho, y que entre ambos obstruyeron.

Y en el ámbito general del país, si priístas y panistas se pusieron de rodillas ante el duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico, algo similar hubiera sucedido en la inclinación del voto sobrante, el priísta, para una segunda vuelta. Hubiera ocurrido lo de Perú, donde el desprestigiado Alan García alcanzó el poder por el apoyo de la derecha neoliberal contra el izquierdista Ollanta Humala. O lo que intentan las derechas brasileñas contra Lula. Pero para ninguno de los partidos de México una segunda vuelta sería garantía de objetividad y, por tanto, de legitimidad. Asunto, pues, que debe pensarse sin el embozo tramposo de un Ugalde pero sin las falsas expectativas formalistas de la derecha, de donde surgió hace años esta iniciativa, que por algo será.

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