viernes, octubre 27, 2006

Elecciones en Nicaragua 2006: la derecha ofrece la democracia recortada

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=036006
A unos días de las elecciones presidenciales que determinará la fórmula que gobernará Nicaragua durante los próximos cinco años, ninguna propuesta -o al menos muy pocas- surgen claramente en los discursos de los candidatos de la derecha. El discurso sigue siendo el mismo que en las campañas anteriores, con mayores o menores variantes, debido al poco interés de la ciudadanía en comparar plataformas partidarias o iniciar la búsqueda de alternativas que saquen al país del cruel estancamiento que sufre.

La realidad es que temas de vital y urgente atención son elegantemente esquivados por los candidatos de la derecha como si fuesen grandes toros que se pueden burlar haciendo verónicas políticas con una capa de desprecio. Temáticas como la educación, el desempleo, la salud, la inseguridad, la moralidad y la ética en la función pública, o la denigrante y sojuzgante deuda interna están afectando seriamente las condiciones de vida de la gente que parece no buscar en los políticos de la derecha las respuestas a estos interrogantes.

La derecha pretende llegar a la presidencia sin explicar a los votantes ni una sola propuesta concreta respecto de la acción de gobierno. El vaciamiento de ideales y de mecanismos racionales de gobernabilidad se ven tristemente plasmados en las campañas publicitarias que se llevan a cabo en los medios de difusión. Mientras uno intenta explicar lo inexplicable (hablamos de la corresponsabilidad evidente en el estancamiento, la corrupción y el desempleo existentes), otro se remite a atacar a su contrincante progresista con un rencor, odio y ensañamiento que se suponía olvidado en Nicaragua; además de no dar explicaciones de su corresponsabilidad al dejar al actual gobierno.

Ningún candidato de la derecha dice como va a hacer puntualmente para terminar con la desocupación sin espantar las inversiones realizadas en los últimos años, o quienes están en la lista de corruptos e inmorales que serán procesados en las primeras semanas del nuevo gobierno, o tal vez de donde se sacará el dinero efectivo para el pago de la deuda interna.

Síntomas y causas. La falta de trabajo no es una causa sino el síntoma de un verdadero mal existente a solucionar y que es la ausencia de políticas de inversión o leyes laborales acordes a la realidad. La baja calidad de la educación es la muestra palpable de la falta de interés (léase presupuesto y políticas concretas) para la cultura, el arte, la capacitación, la instrucción de las nuevas generaciones.

La inseguridad ciudadana es la evidencia de la ausencia de planes de contención social a desempleados, a adolescentes que ya no les quedan ni ideales ni futuro, de ocupación efectiva de la masa trabajadora. Ninguno quiere hablar ni escuchar sobre la deuda interna, tremendo monstruo que se devora miles de millones de córdobas cada año.

Ningún político de la derecha se compromete a investigar el origen de la deuda interna, su legitimidad, sus responsables, sus consecuencias, siendo esto un tremendo monstruo que devora miles de millones córdobas cada año. La clase política de derecha mira para otro lado, como si este fuese un mal al que nos hemos acostumbrado y a nadie le importara.

El miedo no es democrático. El “marketing” político ya ha infectado definitivamente a nuestra democracia. Los políticos de la derecha ajustan su discurso de una hora a otra, en función de la última encuesta recibida sobre sus despachos, mostrando la falta de sinceridad de la campaña y la ausencia de conductas democráticas y republicanas de los ciudadanos que no exigen claridad en los conceptos ni soluciones verdaderas.

Los políticos de la derecha acaban siempre recorriendo al voto del miedo. Según ellos, “si no gana la derecha, vendrá un caos ingobernable, de lo que se beneficiará el sandinismo y, por lo tanto, aunque no guste, hay que votar por la derecha neoliberal”. Para esta gente, que goza de una excelente posición social, se trata que las cosas les continúen yendo tan bien como hasta ahora, que no haya conmociones sociales.

Junto al voto del miedo, está el voto valiente, el voto razonado. El voto de la juventud que sufre la precariedad y la falta de vivienda, los bajos salarios, la privatización de la educación, el voto de todos los sector populares hostiles al sistema neoliberal, que no creen en las promesas de los políticos de la derecha que ofrecen una democracia recortada.

En las elecciones del 2001, Enrique Bolaños, el candidato único de la derecha obtenía más del 50% de los sufragios, frente al 42% que alcanzaba Daniel Ortega, del FSLN. Muchos comentaristas políticos se preguntaban cómo era posible un resultado que desbordaba por completo todas las previsiones. Porque, en efecto, las encuestas, los comentarios y en general el clima preelectoral predecían en esa ocasión un mejor resultado electoral del FSLN, que hacía difícil imaginar una victoria del PLC en la primera vuelta.

Si evitamos la interpretación simplista de echarle la culpa a las encuestas, podrá captarse que la victoria del PLC procede precisamente de que esas previsiones eran ciertas. En efecto, era perfectamente posible que el FSLN obtuviera en esa oportunidad un mejor resultado electoral.

El problema fue que eso también llegó a pensarlo la derecha social y los poderes fácticos del país. Y así, conforme se acercaba el día de las elecciones, el nerviosismo ante las posibilidades electorales del FSLN, la derecha incremento la campaña del voto del miedo.

De esa forma, el clima electoral se deterioró por completo en las últimas semanas previas a las elecciones. La virulencia de los ataques, la acentuación de la propaganda sucia, comenzaron a establecer un clima de emergencia, completamente impropio en una normalidad democrática. Hay que decir, que, en esta dirección, la derecha social superó con creces al sandinismo, tanto en fondos como en mordacidad.

¿Cómo operó este clima de emergencia y polarización en el imaginario de amplios sectores de la población? No es exagerado pensar que ese clima se conectaba con la posibilidad de inestabilidad política y todo ello, con el recuerdo de la guerra.

Y si hay algún norte político que orienta al electorado nicaragüense es precisamente eso: evitar cualquier cuadro que reviva la posibilidad del retorno al escenario dramático del conflicto fraticida. Así que, desde muy temprano en la mañana, cientos de miles de personas depositaron su voto para evitar esa eventualidad, elevando así la participación electoral a más 75 por ciento del padrón.

En estas elecciones del 2006, aparece en escena, nuevamente, el espectro del voto del miedo que tanto daño le hizo a la izquierda política en 1990, 1996 y 2001. La guerra sucia desatada por la derecha en el poder, se dirige al llamado “voto blando”, crispa los ánimos en el duro y se siente crecer la tensión en todos los ámbitos, de arriba y de abajo.

De tal suerte que las fuerzas de los candidatos de la derecha colocan las cosas en una perspectiva de vida o muerte, de definición primigenia y fundacional de la nación el detener a quien califican como “peligro para Nicaragua”; exasperando el debate político y el ambiente social, y al mismo tiempo culpan de ese escenario que ellos han creado y de sus posibles consecuencias al mismo blanco de sus ataques, a Daniel Ortega.

El voto del miedo funciona cuando la ignorancia y las múltiples pobrezas del pueblo son aprovechadas de un modo deshonesto para promover el voto a favor de la derecha. ¿A quién beneficia el voto del miedo? Beneficia al sistema político en el poder. Y perjudica al partido progresista que participa en la contienda electoral. Sin embargo, Daniel Ortega puede salir victorioso pese a todo lo imaginable que desde el poder ha ideado para evitarlo. Y esta vez, si los nicaragüenses salen a votar sin miedo, no le podrán escamotear la victoria.

Nicaragua necesita cambiar de rumbo. Necesita de un proyecto que ponga como prioridad de Estado y de las políticas públicas la solución de los principales problemas del pueblo, como el desempleo, la educación, la salud, la vivienda y la distribución de la renta, para todos y todas. No hay cambios sociales sin la participación del pueblo, sin la movilización popular. Todos los sectores progresistas tenemos que salir a votar por el cambio, en la casilla 2.

No hay comentarios.: