martes, febrero 13, 2007

¿Qué integración necesita Latinoamérica?


Por Roberto Salomón (Prensa Latina), 11/02/2007

La Habana, 11 feb (PL) Nunca antes Latinoamérica necesitó tanto la integración política y económica, y jamás tuvo tan cerca como hoy esa posibilidad, en medio de la demanda de una población que clama por una unidad de la región.

Esta área experimenta una esperanzadora ola de cambios, de conciencia de transformación de su realidad, de unir los esfuerzos y voluntades, para enfrentar integrada los retos de la globalización conducida por las transnacionales que pretenden mantener el dominio de la economía mundial.

Sin embargo, lo más importante es saber el sentido, la finalidad de los varios tipos de integración existentes hoy en la zona.

Ciertamente, durante varias décadas Latinoamérica fue testigo de intentos de pactos subregionales, supuestamente dirigidos a alcanzar la añorada unión que posibilite el bienestar y la multiplicación de los vínculos entre pueblos y países.

La proliferación de diferentes esquemas tales como la Comunidad del Caribe (CARICOM), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Comunidad Andina de naciones (CAN), y otros acuerdos regionales e incluso la Asociación Latinoamérica de Integración (ALADI) están aún distantes de alcanzar ese objetivo.

Es cierto que creció en la última década de manera significa el comercio intraregional, que este año asciende a 90 mil millones de dólares y aspira en 2007 a superar los 100 mil millones, según declaró en La Habana el secretario general de ALADI, Didier Opertti, en un encuentro internacional de economistas concluído esta semana.

Sin embargo, como señalaron no pocos en el evento y reconoció Opertti, ese intercambio comercial es pequeño aún y carente de atractivos locales, una razón más para intensificar los afanes integracionistas a fin de alcanzar sus plenas potencialidades.

Por otra parte, el MERCOSUR, no exento de grandes fricciones y diferencias externas, registra avances en el camino de la integración, y la reciente incorporación de Venezuela insufla vida y radicaliza las proyecciones de ese pacto.

A juicio de Carlos Alonso, presidente del Comité de Representantes de ese bloque, Latinoamérica está ante una nueva fase del momento post neoliberal, en la búsqueda de un modelo alternativo, que se aparte de los caminos reformistas, y elimine la dependencia y sumisión de décadas.

El desarrollo debe estar dirigido a la total autonomía e invulnerabilidad ante las crisis, y más vinculado a una justicia distributiva de la riqueza que sea parte del proceso de crecimiento y desarrollo económico, considera el funcionario.

Se requiere mirar Latinoamérica desde sus propias tierras y no con una visión desde la periferia donde predominen las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Por ello devienen necesidades urgentes en la nueva visión integracionista, la creación de infraestructuras que permitan diversificar el aparato productivo y no aceptar una relación con el mundo desarrollado que mantenga el esquema de Latinoamérica como exportadora de materias primas e importadores de manufacturas.

Poner en la mesa la integración estratégica en la agenda central de los gobiernos, de instaurar un modelo que cuente con banco financiero propio para discutir con las potencias desde otras relaciones de poder, son necesidades vitales en el momento actual.

El dilema de la integración hoy en la región no es otro que, o se mantiene la lógica mercantil, de dependencia a los intereses de las transnacionales, con relaciones de explotación, o se opta por la alternativa estilo ALBA, que pone las riquezas de los diversos países al servicio de sus pueblos y del interés común latinoamericano.

En definitiva, como señaló el argentino Julio Gambina, profesor de la Universidad del Rosario, habrá que decidir la ecuación por el socialismo, si se quiere realmente beneficiar a los pobres y resolver los graves problemas que afectan la región.

Por ello, una nueva esperanza, no exenta de grandes retos, surge con la creación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y el proyecto de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) como la opción a los tratados de libre comercio (TLC) con los que Estados Unidos pretende recolonizar su patrio trasero.

De hecho, la ALBA nació como una propuesta contra la hegemonía a los designios anexionistas del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) propugnada por el gobierno de Washington.

El nuevo tipo de integración, nacida a instancia de Venezuela y Cuba, se basa en la solidaridad y la cooperación con beneficio económico, enfatiza en lo social y no en el mercado, y privilegia el trato diferenciado con reciprocidad y busca un comercio equilibrado.

Es la antítesis de los TLC, los cuales son incompatibles con la anhelada integración regional.

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