Por un lado nos enseña como un pueblo puede organizarse y solidarizarse en momentos de emergencia. Como los funcionarios de un gobierno pueden ser verdaderos servidores del pueblo. Como todos y cada uno de los ciudadanos son importantes para superar las crisis y las emergencias. Un análisis que nos habla de la verdadera solidaridad humana y del amor y el cuidado de un gobierno por su pueblo.
Todos sabemos que la gravedad de la situación que enfrenta Cuba se ve magnificada por el criminal bloqueo que EEUU mantiene sobre ese país desde hace ya más de 40 años y que, sin importarle la tragedia causada por los huracanes, seguirá manteniendo para tratar de doblegar a ese pueblo digno, culto y trabajador.
Sobre lo que declara el gobierno de EEUU, como todos sabemos, poco o nada hay que creer, especialmente de un hombre (Bush) que ha sido capaz de lanzar una guerra de ocupación a través de las más cínicas mentiras, las cuales hoy todo mundo reconocen pero que hasta el momento muy pocos tienen el valor de señalarle y más aún de buscar sanciones internacionales que permitan detener la maquinaria de guerra e intervención de EEUU.
Creo compañeros que, todos aquellos que estamos conscientes de la necesidad de que los individuos debemos ayudarnos para salir adelante, en la medida de nuestras posibilidades debemos apoyar a Cuba. Un granito de arena logra formar un cerro y después una montaña. Hagamos labor, donemos en especie o, si nos es posible o no estamos cerca de centros de acopio, donemos aunque sea un poquito en efectivo. Lo importante es dar y apoyar solidariamente. Avisemos y exhortemos a amigos, familiares y conocidos. Hoy por ellos, mañana podríamos ser nosotros.
Un saludo cordial
Silvia
por Jorge Gómez Barata
En 10 de las 14 provincias cubanas y en el Municipio Especial Isla de
la juventud es más sencillo enumerar aquello que los huracanes no
afectaron que relacionar lo dañado o destruido. De los más de 11
millones de habitantes de la Isla, ninguno quedó al margen y los
compatriotas que viven en el exterior, como mínimo se preocupan por
sus familiares. Nunca se hizo tan evidente el carácter nacional de un evento.
Ninguno de nosotros imaginó que podía ser parte de una tragedia como
la que vive nuestro pueblo y tampoco hubo razones tan concluyentes
para sentirnos recompensados por la capacidad de la sociedad y sus
instituciones para encajar el golpe, reaccionar y avanzar en la
dirección correcta.
Cuba es hoy eje de un desastre cuyas dimensiones materiales,
culturales y humanas son inconmensurables. Las aguas, los vientos y
las mareas arrasaron con años de tesoneros esfuerzos, no sólo
asociados al bien común y al desarrollo económico y social de las
regiones y del país, sino a los planes de los individuos y las familias.
Los huracanes destruyeron fábricas, plantas industriales, líneas de
transmisión de energía, comercios y objetivos económicos de todo tipo.
Los fenómenos naturales arrasaron plantaciones enteras y cultivos
específicos, destruyeron cientos de miles de viviendas, convirtiendo a
millones de personas que formaban familias felices e integradas a su
entorno en refugiados acogidos en albergues.
En instantes colapsaron escuelas y centros de salud, joyas
arquitectónicas que habían soportado el paso de los siglos y árboles
centenarios, así como localidades, parajes y paisajes declarados
Patrimonio de la Humanidad. Entre las ruinas yacen también teatros,
bibliotecas, estatuas y elementos decorativos, carpas e instalaciones
deportivas y recreativas.
La naturaleza resultó duramente golpeada desapareciendo jardines y
bosques habitados por una exuberante biodiversidad, muchas ciudades y
poblados se quedaron sin áreas verdes, hubo playas que dejaron de
existir y poblados borrados de los mapas y en algunos sitios la
geografía fue modificada.
Nadie podrá cuantificar el patrimonio intangible que asume forma de
sueños e ilusiones que es preciso aplazar o cancelar.
Se trata de una situación sin precedentes ante la cual las actuaciones
pasadas son referentes y no recetas. Una sucesión de eventos
destructivos y traumáticos que no constituyen paréntesis o coyunturas
y cuyos efectos trascienden su duración. Estamos ante hechos
extraordinarios que requieren una actuación también extraordinaria. No
se trata simplemente de "retornar a la normalidad".
La dirección cubana, asistida por competentes instituciones
científicas, apreció correctamente el conjunto de la situación,
percatándose de que era preciso una actuación no convencional. Nunca
antes la estructura estatal, las instituciones y la sociedad civil
funcionaron de un modo tan coordinado, combinando la dirección
centralizada con la independencia de los gobiernos provinciales,
municipales e incluso locales que, aunque siguiendo instrucciones y
planes probados y ensayados, combinaron la disciplina con la
iniciativa y la prudencia con la audacia. La orientación central no
suplantó a quienes actuaban sobre el terreno y el Estado lideró a la
sociedad sin intentar suplantarla. El conjunto devino un eficaz
mecanismo de relojería.
Jubilado y accidentado, mientras hubo electricidad y baterías,
presencié la más brillante cobertura que jamás haya realizado la
televisión y la radio cubanas, convertidas en organizador colectivo y
por ellas fui testigo de los sucesos y de las reacciones. El principal
canal y la cadena nacional, apoyados por una red de telecentros
provinciales y municipales, devino cadena nacional, ocupada únicamente
en el huracán y mediante las comunicaciones convencionales, las
facilidades creadas para la defensa y la telefonía móvil cubrieron
todo el territorio, acompañando y adelantándose al curso del meteoro.
De un modo profesionalmente impecable los reporteros locales entraban
directamente, en vivo y en tiempo real a los circuitos nacionales, las
imágenes y los textos se emitían sin editar ni retocar, los
periodistas salían de los estudios para ofrecer imágenes y sonido
ambiente en tiempo real; hubo locutores que asumieron las funciones de
los periodistas y viceversa, jóvenes debutantes ocuparon espacios
estelares y periodistas especializados en deporte o cultura realizaban
magnificas coberturas de actualidad. No hubo un solo caso de
sensacionalismo ni afanes de protagonismo.
Con serena responsabilidad los funcionarios de la Defensa Civil
Nacional desde los centros de dirección apelaban constantemente al
pueblo y a los órganos territoriales, recordando los planes
existentes, puntualizando las indicaciones vigentes y otorgando
amplias facultades a los territorios para decidir qué hacer y cuándo.
Lo más reiterado eran los llamados a actuar con racionalidad y sin vacilación.
Las anécdotas servirían para elaborar tratados sobre como comportarse
en situaciones de desastres. Hubo casos en que en instalaciones
consideradas seguras se albergaron estudiantes y vecinos y que ante la
furia de los vientos amenazaban con ceder y sin vacilar los profesores
tomaban la decisión de abandonarlas antes de que colapsaran, salvando
la vida de los refugiados.
Hubo lideres locales que estando en el centro del meteoro y conociendo
el diámetro del ojo del huracán, fueron capaces de percatarse del
momento exacto en que la pared anterior los impactaba, calcularon el
tiempo de calma que precede a la llegada del límite posterior del ojo
del meteoro y ordenaron a determinados efectivos salir de los
refugios, rescatar a personas en peligro y retornar antes de que la
furia arreciara.
En escuelas de la Isla de la Juventud, consideradas seguras, la furia
del ciclón obligó a que por decisión de los profesores, los
estudiantes fueran pasando sucesivamente de un piso a otro hasta
terminar en los baños y comedores, de pie apretujados, pero todos
vivos, sin lesión alguna y con la experiencia del ejemplo de sus
maestros cuyas familias también corrían riesgos. La ética del capitán
que no abandona la nave se generalizó en Cuba.
Donde alcanzó el tiempo hubo preocupación por bienes de las familias,
incluso por sus enseres menores, los muebles y los humildes peroles de
cocina, los televisores y los radios, la ropa y los colchones fueron
reunidos en containers. Incluso en zonas altas se crearon facilidades
para agrupar a los animales domésticos en corrales que recordaban
arcas de Noé. A nadie se le pidió que abandonara a la vaca, el perro o
a la cotorra.
La explicación de cómo puede un país de 11 millones de habitantes
evacuar a un tercio de su población se explica no sólo por la
capacidad y la eficiencia de las autoridades, sino sobre todo por la
actitud de los otros dos tercios que acogen en sus hogares a los más
vulnerables. Una sociedad organizada y moralmente sana donde
solidaridad es regla y no excepción posee una fuerza inconmensurable.
Alrededor de ¡tres millones! de personas dejaron sus casas y sus
propiedades bajo la custodia de las autoridades sin temor a bandidos
ni depredadores. Nadie perdió nada por obra humana punible.
Naturalmente, tratándose de Cuba, además de expuesta a los riesgos de
los habitantes del Caribe insular, inmersa en una etapa de
perfeccionamiento de su organización social, sus estructuras y su
sistema político, el huracán deja otras enseñanzas y abre espacios
para otras reflexiones.
En países pobres con siglos de atrasos, enormes necesidades y escasos
recursos, con vanguardias enfocadas hacía genuinos esfuerzos de
desarrollo integral con inclusión y justicia social, el modelo
socialista tiene una ventaja que lo hace apetecible.
Se trata de la posibilidad de que el Estado dirija centralmente los
recursos hacía las más legítimas, decisivas y justas prioridades
nacionales. El desempeño cubano frente a los huracanes evidenció esos
dones y ratificó la eficacia de estructuras no tradicionales, basadas
en la participación popular.
En la edificación de sus instituciones estatales, sobre todo en el
período posterior a 1970, Cuba asumió como válida la experiencia
organizativa de la Unión Soviética y los países de Europa Oriental.
Aquella pesada arquitectura institucional, criticada por Fidel, que a
mediados de los ochenta, convocó a la rectificación, no resultaba
solvente para administrar la crisis y afrontar los riesgos que
significó la desaparición de la Unión Soviética.
Las grandes carencias económicas derivadas de la debacle de la URSS
sumadas a las originadas por el bloqueo norteamericano, la agresiva
política de las Administración Reagan y el auge de la
contrarrevolución y el terrorismo contra Cuba, plantearon riesgos para
la seguridad y la defensa, que el país no podía asumir de modo convencional.
La dirección encabezada por Fidel y Raúl declaró un Período Especial
en tiempo de paz, denominación que se adoptó para denominar la
situación de emergencia en que había entrado el país y que constituía
un virtual estado de guerra en el que solo faltaban las bombas. Ante
la evidencia de que en aquella situación, la estructura estatal,
incluso la doctrina defensiva del país, no resultaban sostenibles ni
eficaces, fue preciso crear y, de las urgencias y la inteligencia
colectiva, surgieron la doctrina de La Guerra de Todo el Pueblo y la
organización correspondiente.
Bajo la presión de emergencias como la denominada "Opción cero",
basada en la hipótesis de que bajo agresión militar o bloqueo naval,
el país no pudiera recibir petróleo, alimentos o medicamentos, se
trabajó para idear una estructura alternativa a la pesada y costosa
maquinaria estatal tradicional, que aunara bajo una misma voluntad los
órganos y los recursos políticos, estatales y militares.
Como parte de aquellas búsquedas, se llegó a consenso respecto a los
órganos cuya creación se proponía y, en el momento de redactar la
propuesta, faltaba un nombre para denominar la nueva estructura.
Ignoro de dónde lo sacó pero un compañero propuso llamarlas "Zonas de Defensa".
Las zonas de defensa son entidades territoriales extraordinariamente
flexibles que pueden ser de diferentes dimensiones y están regidas por
un "Consejo de Defensa" que comienza desde la base y abarca:
municipios, provincias e incluso la Nación, siempre bajo la dirección
de un "Consejo de Defensa", encabezado por un representante del
Partido. La flexibilidad de las zonas y los consejos de defensa les
permiten funcionar como un engranaje estructural independiente,
convirtiéndose en el único y supremo órgano de dirección política,
militar, administrativa y de defensa civil de cada localidad.
En tiempos normales esa estructuras son como una "Bella Durmiente" que
no sustituyen ni estorban al aparato político y estatal regular y sólo
opera al ser "activada", cosa que hace eficazmente gracias al
entrenamiento que reciben sus integrantes, incluyendo su órgano
militar, las Milicias de Tropas Territoriales y las Brigadas de
Producción y Defensa. Durante los huracanes, se dispara el mecanismo
que interactuando con el gobierno central y los órganos regulares de
la administración producen una eficaz combinación.
En estas jornadas, la maquinaria estatal que ha entrado ya en una fase
de perfeccionamiento, fue un eficaz complemento del mecanismo de emergencia.
El Instituto de Meteorología, una joya de la ciencia cubana, evidenció
no sólo una reiterada eficiencia cuya excelencia se renueva ante cada
huracán, sino un virtuosismo pedagógico que ha logrado dotar al pueblo
cubano de una cultura meteorológica que facilita extraordinariamente
la labor de la Defensa Civil y de los órganos nacionales y locales.
A la competencia profesional y las dotes de comunicadores de sus
especialistas y colaboradores, algunos científicos de renombre y otros
humildes trabajadores, se suma una consagración espartana, un heroísmo
a toda prueba y una modestia proverbial. Estos hombres y mujeres son
los que en remotos parajes, a veces aislados e incomunicados, en
elevaciones expuestas a los vientos o en posiciones vulnerables a los
mares, miden la furia de los vientos, la intensidad de las lluvias y
la fuerza de las mareas, operan los radares, vigilan los pluviómetros
y participan en los vuelos de reconocimiento y, cuando todo cesa,
regresan a sus ocupaciones habituales sin reclamar nada.
Los servicios de salud aseguraron la evacuación oportuna y de las
personas necesitadas de cuidados especiales, tratamientos
especializados, embarazadas a término y personas con discapacidades
incompatibles con situaciones extremas. En los centros receptores de
evacuados se colocaron equipos médicos dotados de los equipos y
medicamentos necesarios y en las localidades susceptibles de quedar
incomunicadas, con antelación se destacaron equipos médicos que
permanecieron al cuidado de las poblaciones aisladas durante la emergencia.
El Ministerio y las empresas de transporte, la aeronáutica civil, las
firmas telefónicas y de comunicaciones, la marina de pesca y de
guerra, las tripulaciones de helicópteros y aviones de carga se
desenvolvieron con impresionante eficiencia. En el momento preciso,
sin ninguna vacilación, anticipándose a los vientos y las lluvias,
según hacía falta, 10 000 vehículos evacuaron a la población sin un
solo accidente y cuando los vientos superaban los índices de
seguridad, se cortaba la electricidad, se abrían las compuertas de las
represas y llegado el momento, el país fue paralizado de modo que las
carreteras, caminos y vías férreas quedaran expeditas y ningún
ciudadano, por ninguna razón arriesgara la vida.
Las palmas para las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del
Interior, sus mandos y sus tropas y para los dirigentes provinciales y
locales del partido que en lugar de actuar como funcionarios lo
hicieron como líderes y para Raúl, el presidente que estuvo donde
tenía que estar, ejerciendo la dirección de la respuesta en su
conjunto, atendiendo el trabajo internacional y sobre todo, animando a
sus colaboradores del gobierno, el partido y las fuerzas armadas, a
los que instó a actuar con independencia y creatividad en el marco de
las atribuciones de cada cual.
No hubo reuniones inútiles ni proclamas encendidas, no fueron
necesarias invocaciones legales, apremios ni presiones. Los
comunicados de las autoridades no eran ucases autoritarios aunque
tampoco súplicas. La energía, la comprensión y la bondad se combinaron
en dosis exactas.
Consecuente con su posición y su compromiso, Fidel ayudaba orientando
a todos con su experiencia, su talento y con su energía. El país, los
cuadros, los dirigentes y el pueblo lo sintieron cerca, en la línea
delantera y estuvieron pendientes de sus Reflexiones y sus cartas. La
Mesa Redonda fue uno de sus instrumentos.
La eficiencia alcanzada en la situación extraordinaria que acabamos de
enfrentar conmina al país y a sus instituciones a lograla también en
los días de normalidad y de rutina. Sobre eso, aun cuando nadie
pretenda tener todas las respuestas, es necesario hablar y meditar.
Allá nos vemos.
Fuente: Visiones Alternativas
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